Wednesday, May 24, 2017

EL CRISTAL DEL BARÇA (versió catalana: clica aquí)

El cristal o vidrio, compuesto principalmente de dióxido de silicio – extraído de la arena de playa –, es un material transparente conocido desde hace más de cuatro mil años por los antiguos mesopotamios y egipcios. Su descubrimiento debió ser casual, pues se puede obtener al fundir arena en un horno de metal. El cristal es transparente porque los electrones de sus átomos han de absorber mucha energía para canviar de nivel de energía, y en consecuencia un fotón (partícula de luz) que atraviesa el cristal raramente es absorbido, a menos que tenga mucha energía (rayos ultravioleta o más energéticos; por eso el cristal filtra la radiación ultravioleta). Otros materiales como el diamante también son transparentes por la misma razón. Al contrario que el diamante, que es muy duro porque sus átomos están organizados en una fuerte estructura cristalina, el vidrio es mucho más frágil porque sus átomos están totalmente desordenados, y así están menos cohesionados.

El sistema de juego del Barça es elegante y transparente como el cristal. Sus postulados básicos – Posición, Posesión, Presión – son conocidos e imitados por todos los rincones del planeta. Es transparente por diseño: el sistema debe ser fácil de asimilar hasta por los más jóvenes, para que puedan aprender y evolucionar en un mismo ecosistema. Esta idea original de Jack Reynolds, el primer entrenador del Ajax, ha dado muchos frutos, y aún hoy la Masia, la academia de fútbol del Barça que ha producido una ristra inacabable de talentos desde Guardiola hasta Messi y Busquets pasando por Puyol, Iván de la Peña y muchos más, es el referente mundial número uno de la educación en fútbol. 
  
Pero ocurre que el sistema de juego del Barça tiene también la fragilidad del cristal. El juego posicional no siempre le gana en velocidad al patadón, ni es immune a un buen cabezazo. Las posesiones largas del Barça exigen gran concentración y técnica porque los pases deben efectuarse a gran rapidez para que no los intercepte el contrario. Esas posesiones elaboradas con gran paciencia invitan al contrario a emplazarse en el campo en la misma posición defensiva una y otra vez (“el autobús”), con lo cual el sistema parece repetitivo y poco eficiente a ojos inexpertos, pero la realidad es más parecida a una partida de ajedrez en la que el Barça siempre juega con la ventaja de las blancas – el ataque. En la presión, todos deben colaborar no solamente corriendo sino pensando en su óptima colocación. Si falla un solo eslabón de la cadena, las jugadas más simples pueden romper el cristal del Barça. Ese equilibrio estaba muy bien cuidado en el Barça de Guardiola y en el de Tito, no sólo por su talento como entrenadores sino también porque aseguraron un continuo influjo de jugadores de la cantera (“el ascensor”).  
  
En el Barça se ha confundido a menudo esa transparencia – tan necesaria para su ADN – con la fragilidad que a veces acusa el sistema. Son dos propiedades independientes, de la misma manera que existen objetos de plástico que son transparentes pero no frágiles y las cáscaras de huevo que son frágiles sin ser transparentes. Cuando llegó Martino, empezaron a surgir expertos en fútbol como setas clamando que “los rivales nos han encontrado el truco” y que “hay que encontrar variantes”. Piqué y Mascherano probaron a colgar balones al área durante un tiempo hasta que se cansaron. No es que hubiera nada malo en la transparencia en sí, sino que el sistema se había vuelto frágil por su peor ejecución. Faltaba Puyol y la media de asistencias por partido de Xavi rondaba el cero absoluto – mientras Thiago y Cesc hacían cola en el banquillo. Nadie se atrevió a acusar al legendario Xavi ni apuntó lo más obvio: que en fútbol ya está todo inventado y que en lo único que había que trabajar es en mantener – o a ser posible, incrementar – la velocidad de ejecución. “Lo único que hacemos es intentar pasarnos el balón lo más rápido posible”, había advertido Guardiola después de ganar brillantemente el Mundialito de fútbol por 4-0.
Luis Enrique se apuntó al carro de los listos que buscaban variantes al estilo como fuese. El fichaje de Suárez completó uno de los mejores trios atacantes de la historia del Barça (“MSN”) y los fans de Luis Enrique usaron los títulos para avalar sus argumentos – cuando lo difícil, con la MSN, era no ganarlos. Para alumbrarnos con su pensamiento Luis Enrique trajo a Rakitic, Digne, Mathieu, Gomes y Alcácer. Los tres últimos fueron todos fichados del Valencia a precios hinchadísimos por mediación del directivo Robert, un ex-valencianista, sin que nadie haya investigado posible corrupción. Otra de las aportaciones de la mente privilegiada de Lucho es que paró el ascensor – prescindió de Samper, el llamado a ser el heredero de Busquets, y utilizó a los jóvenes con cuenta-gotas – sin más argumento que el banquillo está lleno (de paquetes), una irresponsabilidad que ha puesto en peligro la progresión profesional de decenas de canteranos. Luis Enrique dijo también que impondría un régimen de rotaciones, pero pronto quedó claro que la MSN sólo rota cuando le rota. Una esperpéntica alineación de Luis Enrique contra la Juventus (con Digne en vez de Jordi Alba de lateral y con Mascherano en la media en vez de Denis Suárez) costó al Barça su clasificación en Champions League. Ahora el Barça acaba de perder la Liga, o mejor dicho, se la ha regalado al Real Madrid perdiendo puntos contra rivales mucho más débiles y así los periodistas serviles de Florentino pueden elevar al eterno rival a la categoría del “Madrid más total” (Sámano, El País) por una Liga sin brillo ganada a trompicones.    
Hace ya más de treinta años que en el Barça todos los problemas llegan siempre por arriba (la directiva), nunca por abajo (la cantera). Los cuatro últimos presidentes se han visto envueltos en negocios turbios: uno aún está encausado (Bartomeu), dos han estado en prisión (Núñez, Rosell), y el otro (Laporta) perdió la confianza del socio por enriquecerse con el régimen dictatorial de Uzbekistán. Ha llegado el punto de que el socio ya está acostumbrado a que la directiva haga una peste que te cagas, y hace gracia oír las críticas a la Masía y al estilo – cuando lo único que funciona como un reloj en el Barça es la Masía. Aprovechando que ya se había ido Guardiola, un grupo de directivos se puso a rebuznar que había que encontrar vías alternativas y fichar fuera porque “la Masía no podía producir Xavis e Iniestas cada año”. Este curso la Masía ha conquistado todos los títulos de fútbol 11 (desde el Barça B hasta el infantil B) y siete de los nueve títulos de fútbol 7 (el alevín A, C y D, el Benjamín A, B y C, y el Prebenjamín), igualando su récord histórico de 14 títulos. El Barça es una injusta pirámide donde los más engreídos y zopencos gobiernan sobre los más humildes e inteligentes.
Lo más preocupante es que no hay indicaciones de que la directiva sepa reconocer ni los errores ni las causas de la crisis. Hace unos días el presidente Bartomeu manifestó que “No estamos perdiendo la esencia del modelo Barça”. Es cierto que la Masía no ha perdido el rumbo, pero el primer equipo ha jugado cada jornada un partido distinto, desorientado por el peso de su herencia bajo un liderazgo desconcertante. Cualquier niño sabe que Thiago, Cesc y Bartra – tres internacionales que se hartaron de chupar banquillo y fueron fichados por una miseria por grandes rivales europeos – son mejores que Rakitic, Gomes y Mathieu: con aquellos canteranos no se hubiera malogrado esta Liga, y por lo tanto este campeonato se ha perdido no por flaquezas de la Masía o en el ideario, y ni mucho menos por méritos del Real Madrid, sino por errores evitables en la dirección culé. En la cantera están los mejores futuros jugadores de España y no hay que buscar más afuera: la Masía ya los moldeó con el ADN Barça. Pero sólo un nuevo entrenador que aprecie el tesoro de la Masía podrá reparar el cristal agrietado de la esencia del Barça. La única suerte es que los problemas del Barça – por mucha peste que hagan – son tan transparentes como su esencia misma.