Wednesday, April 19, 2017

LA TEORíA GENERAL DEL BARÇA (versió catalana: clica aquí)


En 1916, Albert Einstein publicó la Teoría General de la Relatividad, una revolucionaria descripción de la fuerza de la gravedad como una propiedad geométrica del espacio-tiempo. A Einstein se le ocurrió su Teoría General al imaginarse que una persona dentro de un ascensor cayendo en caída libre no sería capaz de sentir su propio peso, y por lo tanto no le sería posible distinguir si es que hay ausencia de gravedad o si es que está acelerándose igual que el ascensor, su único sistema de referencia. Por lo tanto, la gravedad es sólo una forma de aceleración generada por la presencia de masa. Utilizando el cálculo de tensores (con matrices de cuatro dimensiones), Einstein pudo derivar las ecuaciones de campo que predicen la intensidad de la gravedad en función de la distribución de masas. A diferencia de la Teoría de la Gravedad de Newton, las ecuaciones de Einstein predicen con gran exactitud fenómenos como la precesión anómala del perihelio de Mercurio, las lentes gravitacionales que curvan la luz de las estrellas, y las dilaciones temporales causadas por la gravedad, entre muchos otros.

Johan Cruyff trajo al Barça desde su Ajax natal, primero como jugador y luego como entrenador, una nueva concepción geométrica del deporte rey conocida como Fútbol Total que se basa en la cooperación mutua de todos los jugadores en todas las posiciones del campo. Asimilando el Fútbol Total como el estilo-bandera del club, el Barça ganó 14 ligas, 7 Copas del Rey y 5 Copas de Europa desde que llegara Cruyff al Barça como entrenador hace casi 30 años (un éxito si lo comparamos con las 9 ligas, 4 Copas del Rey y 5 Copas de Europa del Real Madrid en el mismo periodo), y exportó su fútbol de posesión a la mayoría de clubes y academias de fútbol del mundo.

Pero el Barça ahora está en caída libre y no hay un Einstein en el Barça para resolver las ecuaciones de lo que está pasando en el campo. El entrenador ha dependido de la gravitación de Messi, Suárez y Neymar desde el primer día pero al tensor de la MSN le falta una dimensión para alcanzar su Fútbol Total cuando algún elemento esencial de la media (léase Busquets o Iniesta) no está: ante la Juve en Turín, Luis Enrique cometió la pifia más grande de su carrera al entregar las llaves de la media a Mascherano, y luego a André Gomes – teniendo a Denis Suárez, mucho más fino en el control y elaboración que el jefecito y el portugués – y la del carril izquierdo a Mathieu en lugar de a Jordi Alba. Vi el partido en Costa Rica, y allí me encontré con docenas de aficionados del Barça que me preguntaban con pavor por qué habían jugado Mascherano y Mathieu. Es de sentido común. Hasta los niños y las piedras saben que Mascherano y Gomes no están capacitados para esa labor cerebral y técnica de mediocentro del Barça, y que Alba es mucho, pero que mucho mejor que Mathieu. En el tercer gol, el comentarista para ESPN CentroAmérica se burló de Mascherano, el cual forcejeó con el alto Chiellini pero no pudo evitar que éste cabeceara a placer sin tan siquiera levantar los pies del suelo: “Parece que Mascherano juega a otro deporte”. La jugada pone en duda la labor de Unzué, al que se le suponen dotes de estratega brillante en acciones a balón parado, y cuestiona su posible candidatura a primer entrenador. No ayuda a Unzué que Luis Enrique siga insistiendo en que no ve ningún error táctico en el partido de Turín: cuando el entrenador es el único entre millones de fans del Barça, desde Barcelona a América, que no aprecian errores tan elementales, es que quizás el cuerpo técnico no tenga la capacidad para continuar.

Lo advirtió Cruyff, el “Pitágoras del fútbol”, mil y una veces: al fútbol se juega principalmente con el cerebro; no es cuestión de correr mucho sino de estar en el sitio preciso en el instante preciso; “el centro del campo es el barómetro del fútbol”; y hay que cuidar el estilo, cuyas ecuaciones se formulan en la Masía. Lo entendieron Guardiola y Tito: cuidaron el ascensor de la Masía al dar minutos a los canteranos para que se formaran en el Camp Nou y despuntaran. No así Luis Enrique. Su pedestre “Teoría de las Rotaciones” es mezquina porque está diseñada para optimizar el rendimiento de unos pocos, sacrificando a otros.

Si hay que ser justos, nunca ningún entrenador del Barça gestionó bien los minutos de las “estrellas en declive”. A Puyol se le renovó cuando ya no estaba para esos trotes y entonces ya no fue posible fichar a Thiago Silva, generando una larguísima “crisis del central” que duró hasta la llegada de Umtiti. También la retirada de Xavi se eternizó y tanto Thiago como Cesc se hartaron de hacer cola en el banquillo cuando ya eran internacionales, y su marcha generó la presente “crisis de la media” porque se les sustituyó por jugadores inferiores como Mascherano, Rakitic y Gomes – que encima taparon la progresión de grandes mediocentros como Samper y Denis Suárez (ambos fueron cedidos). Luego les faltaron minutos a muchos otros, como Bartra y Nolito (vendidos incomprensiblemente), y ahora a Lee.

El problema de fondo es que el Barça es ahora mismo una gran empresa de fútbol gestionada por gente sin experiencia futbolística. Haber obtenido un másters en empresariales en Estados Unidos y haber jugado al básquetbol o al waterpolo no debería bastar, por mucho que abunde en esta directiva –  compárese con el magnífico equipo que tiene el Bayern. La nefasta gestión del anterior director deportivo (Zubizarreta), que no supo anticipar la crisis del central ni la de la media y culpó canallescamente a los directores de la Masía por los contratos a menores, tampoco ha mejorado con la de Robert, un ex-valencianista que parece más preocupado en negociar traspasos mediocres con el Valencia (Munir, Mathieu, Gomes, Alcácer) que en la excelencia del Barça. Los que claman que la Masía ya no produce talento al ritmo de antaño – una afirmación tendenciosa con poca fuerza estadística – se niegan a ver que la directiva ha desparramado ese mismo talento por los grandes equipos de Europa y ha traído a cambio a jugadores que no habrían pasado nunca el exigente filtro del Barça B. Habrá que esperar a un futuro con Piqué de presidente para ver a un Barça gestionado por la Masía, para la Masía.
Claro que las rotaciones son necesarias, pero con una declaración de intenciones diametralmente opuesta. En su día, se tendría que haber hecho rotar a Xavi no simplemente “para descansar a Xavi” sino para que pudieran jugar Cesc y Thiago. Las rotaciones tendrían que estar diseñadas para la proyección profesional de los canteranos (y otros jóvenes fichajes), no simplemente para el descanso nobiliario de los titulares. Los técnicos deberían mostrar a las vacas sagradas que los minutos cedidos a los jóvenes benefician al equipo, pues cuando un titular se lesiona el equipo tiene una pieza de recambio con ADN azulgrana. Es imperativo que el nuevo entrenador del Barça sepa combinar los minutos de los jóvenes con los de las estrellas, restituyendo el ascensor de la Masía que, como el de Einstein, produce la sensación de anular todas las fuerzas exteriores. El rol del entrenador del Barça debería ser el de distribuir a los jugadores adecuados en el terreno de juego – como si se tratara de masas en el espacio-tiempo – y dejar que el tensor del fútbol de ataque ideado por la Masía ponga en marcha los resortes cósmicos de sus movimientos. Es urgente que llegue un nuevo entrenador que nos devuelva al espacio-tiempo del Fútbol Total alrededor del cual debe gravitar el Barça.