Friday, July 17, 2015

EL TORBELLINO DEL BARÇA (versió catalana: clica aquí)



Un torbellino es un fenómeno atmosférico de carácter turbulento causado por un enorme gradiente vertical de temperatura y presión, que provoca el rápido movimiento ascendente y circular del aire concentrado en una pequeña área. Los hay de muchos tipos y potencias. Los remolinos más potentes y devastadores son los tornados. Remolinos mucho más corrientes e inofensivos son los remolinos de polvo, de nieve, o de hojas que a menudo se ven en la Naturaleza.


El Barça está inmerso en un gran torbellino que no le permite discernir los errores de los aciertos en la pasada temporada. Por un lado, el torbellino parece crear la ilusión de estar en una espiral ascendente porque el equipo ganó un triplete, Messi ha encontrado una posición idónea para expresar su mejor fútbol, ​​Neymar y Suárez se reparten las asistencias geniales de Messi como buenos hermanos, y la defensa liderada por un magnífico Piqué, resucitado como el ave Fénix ha sido de una solidez a prueba de bombas. El grupo, además, cierra filas alrededor del entrenador, que al final ha validado su teoría de que las rotaciones por mucho que desde fuera parezcan aleatorias son importantes para mantener a los jugadores fuera de la enfermería a largo plazo. El aficionado eufórico diría que este es un torbellino de confettis y celebraciones, el torbellino del tridente atacante más mortífero que quizás haya tenido nunca el Barça.

Pero el torbellino ha pulverizado dos cosas muy importantes del Universo azulgrana. La primera es que el equipo ya no construye el juego elaborándolo en el centro del campo un postulado cruyffiano que parecía inviolable. Por consigna de Luis Enrique, las transiciones son más rápidas y, todo hay que decirlo, el juego ha adoptado más variantes. El problema es que el sistema potencia centrocampistas fuertes como Rakitic y desaprovecha los pies finos de Iniesta, a quien se le pide que corra demasiado. De momento, muchos consideran que el cambio está validado por los triunfos obtenidos una interpretación peligrosa ya que podría darse el caso de que el triplete hubiera coincidido con un momento de baja forma de los rivales. El tiempo juzgará a Luis Enrique de la misma manera que juzgó a Cruyff.


El torbellino también ha pulverizado la cantera del Barça. La Masía alabada desde las grandes escuelas de negocios como el motor del Barça porque generaba inmenso talento a bajo coste como Puyol, Xavi, Iniesta, Messi, Busquets, Pedro, Cesc, Thiago, y un largo etcétera ha caído en picado desde que Sandro Rosell se hizo cargo del Barça y dio prioridad a un modelo mercantilista de club, que Bartomeu ha continuado con fuerza. Es muy sencillo de explicar. La Masía necesita expertos que la quieran y un "ascensor" que la conecte con el primer equipo. En tiempos de Guardiola y Tito se daban ambas condiciones. Durante la Edad de Oro de la Masía la que ha generado a Messi y a los Campeones del Mundo Xavi, Iniesta, Piqué, y compañía , la Masía ha sido dirigida por Guillermo Amor y el fútbol base por Albert Puig; Guardiola y Tito llegaron a poner de titulares hasta a ocho canteranos por partido. No hay ninguna justificación para haber despedido Amor y Puig: ahora en la Masia ya no impera la cultura de la excelencia sino el favoritismo, lo que ha contribuido a uno de los peores rendimientos deportivos de la última década, con un Barça B relegado a la Segunda División B por culpa de una pobrísima gestión de Eusebio. Ya se intuyeron síntomas que la cosa no funcionaba cuando el Barça perdió, por dejadez, tanto a Thiago como a Cesc, en operaciones en las que el Barça perdió a jugadores insignia de su centro del campo legendario para acabar reforzando a rivales europeos. Tampoco Luis Enrique ha ayudado: esta temporada el ascensor sólo ha hecho subir a Rafinha y Sergi Roberto, pero no han sido titulares. Dar minutos a los canteranos es esencial para su progresión, y fichar talento de fuera tapa la progresión de los canteranos.
 
El error en el que caen muchos barcelonistas es creer que el triplete justifica todo lo que se ha hecho, como si pulverizar la Masía y saltarse el centro del campo con prisas fuera necesario para conseguir buenos resultados. Muchos ignoran que parte del triplete ha sido posible gracias al mal momento que atraviesa el Real Madrid. El Real Madrid también olvidó esta sabia ley de los vasos comunicantes al ganar la "Décima" y lanzarse a proclamar con euforia que se había invertido un ciclo cuando en realidad era el Barça quien estaba en un bache debido al cáncer de Tito. Ahora celebramos que la prepotencia del dinero de Florentino cegara al madridismo, pero el socio azulgrana está a punto de caer en el mismo error. No sólo no debemos destruir la Masía, es que el triplete se ha construido en parte gracias a los esfuerzos pacientes de la Masía desde hace más de veinte años. Los chicos de la Masía suben con un valor añadido, que sólo se observa cuando se les ve jugar juntos. Lo que tenemos que preguntarnos es donde estaría el Barça si ahora Iniesta, en lugar de tener que aprender a combinar con Rakitic, Turan y un posible Pogba, hubiera podido seguir triangulando con los ojos cerrados con Thiago y Cesc. (No se entiende por qué no sube Samper, tal y como está la situación del Barça B.) Si ahora destruimos o devaluamos la Masía, dentro de diez años el Barça sólo podrá comprar jugadores en las subastas como hacen el Madrid y el PSG y no necesariamente triunfarán en el Barça (recuérdese el fracaso de Ibrahimovitz, un gran jugador). Mientras los fracasos de los canteranos no cuestan mucho dinero y se marchan con un agradecido aplauso, los fracasos de las estrellas a menudo cuestan una temporada, una fortuna y muchos dolores de cabeza. Sin embargo, éste es el único modelo que entienden la especie de empresarios como Rosell, Bartomeu y Florentino Pérez, y sólo nos lleva a un incierto remolino de humo.

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Wednesday, May 27, 2015

(SEGUNDO) HOMENAJE A XAVI, EL ENANO QUE SE CONVIRTIÓ EN GIGANTE DEL FÚTBOL (versió catalana: clica aquí)

En las ciencias físicas hay las llamadas leyes de escala que nos permiten extrapolar cómo se comportaría un sistema si fuera tantas veces más grande (o más pequeño). Las leyes de escala nos indican que un gigante diez veces más alto que nosotros y con iguales proporciones (como el bondadoso Gegant del Pi en Cataluña, por ejemplo) no podría tener nuestros pies, o de lo contrario se le romperían los huesos del pie bajo el peso del cuerpo – que sería unas mil veces mayor que el de una persona normal. Para resistir el peso tendría que tener, como los grandes dinosaurios, unos huesos y unos pies mucho más anchos.

Xavi ha sido un jugador de estatura pequeña que con el paso del tiempo se ha convertido en un gigante del fútbol, especialmente por su fructífera asociación con Iniesta, otro gigante de talla menuda. Cuenta la leyenda culé que un día Guardiola fue al Miniestadi con Xavi para ver jugar a las jóvenes promesas y, señalando a Iniesta, hizo una doble premonición, una de las más bellas del universo blaugrana porque relaciona en el tiempo a los tres más grandes centrocampistas que ha producido La Masia: “Tú me sentarás a mí, pero él te sentará a ti”. Años más tarde Guardiola dio la batuta conjuntamente a Xavi y a Iniesta, negando él mismo su segundo augurio, y creó así uno de los centros del campo más plásticos y dinámicos que se han visto en la historia del fútbol. Ninguna otra pareja de futbolistas ha expresado mejor en el campo uno de los postulados más sintéticos del fútbol que nos ha regalado Cruyff: “El centro del campo es el barómetro del fútbol”. Durante la época del Pep Team, el Barça llegó con estos dos centrocampistas a tal nivel de sincronización de sus movimientos que uno habría dicho que La Masia utiliza bailarines y coreógrafos para entrenar a sus futbolistas. La característica más distintiva de esta compañía de ballet era la increíble velocidad y precisión con la que se pasaban la pelota, intercambiando sus posiciones cuando era necesario. No lograban esta habilidad por la fuerza física – ambos son bastante más débiles y pequeños que la mayoría de centrocampistas – sino por la técnica de su toque y su rápida coordinación mental, casi telepática. "Nuestro nivel de compenetración es tan alto que no necesitamos palabras para avanzar en el campo", dijo Xavi sobre Iniesta. "Cuando él sube, yo bajo; cuando él tiene la pelota, yo voy a una posición libre; y cuando yo recibo la pelota, él va al espacio. Es un simple baile".
Lo hacían con tal exactitud que podían permitirse el lujo de hacer la mayor parte de los pases en sentido horizontal, simplemente para mantener la posesión del balón – un procedimiento que cansaba a los defensores y les hacía perder su concentración, como hipnotizados por el movimiento rítmico de la bola o por el movimiento pendular de los jugadores del Barça. El gran defensor inglés John Terry describió muy bien cómo, como defensor, tuvo que sufrir el fútbol de posesión: "No me gusta jugar contra equipos que tocan y tocan. Te pasas todo el partido corriendo detrás de ellos y es muy frustrante. Debes permanecer muy concentrado todo el tiempo. Haces un error y te marcan un gol ".
Xavi es un jugador que tiene un toque privilegiado – se le ha visto amortiguar saques de portería con el exterior de su bota con la tranquilidad de quien se está tomando un café – y que, con su obsesión por no perder el balón aprendida en La Masia desde los 11 años, desarrolló una maniobra singular conocida por el fan culé como “la vueltecita mágica” – con la cual se zafaba de sus contrarios a base de girar sobre si mismo como una baldufa. Aún así, la parte más hábil de su cuerpo no está en sus botas sino en su cerebro: Xavi aprendió los fundamentos del fútbol posicional jugando a Fútbol-7 de niño en La Masia y, más tarde, cuando Van Gaal lo subió al primer equipo, pero estalló como una flor cuando Rijkaard lo situó a diez metros del área, donde sus triangulaciones fulgurantes con Iniesta, Ronaldinho y Messi deslumbraron al mundo. Xavi se distinguía por su capacidad de pensar rápido y jugar con la cabeza alta, como muchos grandes centrocampistas antes que él, pero por encima de ellos ha mostrado una capacidad de análisis propia de un jugador de ajedrez: podía intuir por dónde iba a discurrir la jugada cinco o seis toques antes que todo el mundo – acelerar el juego si había que filtrar un pase a Messi o pausarlo si había que esperar a que Alves subiera por el lateral –, controlando el tempo del juego como un Gran Maestro del fútbol. Esta facultad suya era tan obvia que el Barça jugaba de dos maneras distintas: una con Xavi – más ordenada y siempre siguiendo las pautas del estilo – y otra sin él. Xavi se identificó tanto con el fútbol de posesión del Barça que ya desde pequeño sus entrenadores de La Masia le descubrieron una obsesión que lo haría famoso: "Se puede pasar todo un partido sin perder apenas una pelota".
Después de un sentido homenaje en el Camp Nou, Xavi se marcha (ahora sí)definitivamente del Barça para vivir una última aventura futbolística y personal en una liga menor (Qatar), prepárandose para volver como entrenador. Xavi había sido criticado recientemente – también desde estas páginas – porque ya no era el Xavi que marcaba la diferencia, por mucho estilo que aportase: pero no era culpa suya sino de la biología, y en todo caso la responsabilidad última era del club. El Barça debería haber tratado de convencer a este genio hace ya más de un año de que pasara al cuerpo técnico. En lugar de utilizar el faro de su mente para el bien del club, dejaron que su inmensa sombra asustase a Thiago y a Cesc y cobijase a un sinfín de tertulias estériles sobre el estilo: el estilo lo traen impreso en sus botas los jugadores desde La Masia, con lo cual la premisa de que había que mantener a Xavi para preservar el estilo era falsa. Esperar que Zubizarreta y Martino – seguramente los dos más grandes incompetentes que ha tenido la dirección del club desde la era Núñez y Gaspart – comprendieran estas sutilezas lógicas hubiera sido como pedirle peras al olmo.
Recordamos a la mayoría de grandes científicos, personalidades y futbolistas por su apellido, como es natural, porque hay incontables Alberts pero sólo unos Einsteins, infinitos Johans pero pocos Cruyffs. Como el cantante catalán Raimon, Xavi – el diminutivo catalán de Xavier, sin apellido – tiene entrada propia en Wikipedia: sólo hay un Xavi, inmortalizado ya en decenas de millares de dorsales del Barça con el 6 y de la Roja con el 8 que corretean por todos los rincones del planeta intentando imitar al Xavi original. Debemos dar gracias de que Xavi sea hijo de un futbolista de Terrassa y de que fuera educado en La Masia; desde entonces Xavi se sabe representante de un club y unos valores, y por eso nunca se descamisaría para lucir sus tatuajes o sus pectorales, ni se le conocen ninguna subida de tono ni ninguna conducta violenta en su dilatada carrera deportiva. En estos tiempos convulsos en que la directiva ha vendido media alma a Qatar, jugadores como Xavi salvan la cara del “Més que un club” porque él cree en ese lema desde el fondo de su corazón. Llenó de orgullo a millones de catalanes cuando tras cada triunfo de la Roja se arropó con la senyera delante de las cámaras de todo el mundo para recordarnos, como hizo Raimon, que quien pierde sus orígenes pierde su identidad. Pero también se dejó querer por gentes de todas razas y colores y recordaremos con especial cariño su encomiable amistad con Iker Casillas, el amable cancerbero del eterno enemigo; ellos nos enseñaron que el fútbol, por ser un juego, debe ser un ejercicio fraternal, nunca fratricida. La de Xavi era una camiseta pequeña pero la vistió un gigante catalán del fútbol. Contaremos a nuestros nietos que el Gegant del Pi se llamaba Xavi.
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Thursday, February 19, 2015

LA NUEVA PÓLVORA DEL BARÇA (versió catalana: clica aquí)


La pólvora es una mezcla de sulfuro, carbón y nitrato de potasio inventada por casualidad por alquimistas chinos en el siglo IX d.C. mientras estaban intentando encontrar una poción contra la inmortalidad. El invento no tardó en llegar a oídos de Occidente, donde ya se encuentran menciones escritas en el s. XIII. La gran capacidad de ignición de la pólvora se ha utilizado para la propulsión de balas de cañón y de escopeta, para la minería, y para fines lúdicos, como petardos y cohetes de fuegos artificiales.

El 4 de enero de 2015, el Barça era un alma en pena que acababa de perder un partido contra la Real Sociedad (1-0), con una media desorientada que no presionaba, una defensa que hacía aguas, y a cuatro puntos del Madrid. Pero, de repente, el equipo se reavivó milagrosamente como si hubiera recibido una misteriosa carga de pólvora futbolística. ¿Qué ha contribuido a la mejora del juego de manera tan repentina?

En primer lugar, el director deportivo, Andoni Zubizarreta, fue cesado el 5 de enero tras unas discrepancias con la presidencia. A Zubizarreta ya se la había culpado de la falta de planificación que llevó al club a perder los dos mediocentros de La Masia que tenían que haber heredado la línea de Xavi e Iniesta – Thiago y Cesc, que pasaron a reforzar el Bayern y el Chelsea, temidos rivales europeos –; y de la falta de la planificación de la defensa que le llevó a renovar a Puyol cuando ya no estaba para jugar y no fichar una alternativa seria cuando aún se estaba a tiempo. Contra el sentido común, también mantuvo en el cargo a un entrenador con cáncer. Sus críticos le discutían hasta las credenciales de director deportivo, porque en su anterior y único cargo similar, en el Athletic de Bilbao, su gestión había sido desastrosa. Pero la realidad más actual es que Zubizarreta (como representante de la junta y la presidencia) era odiado en La Masia después de que hubiera cesado a su director Guillermo Amor,  venerado por el vestuario y los aficionados por su condición de héroe del Dream Team y muy respetado en La Masia por su gran gestión en los mejores diez años de la cantera. Ante la prensa, Zubi citaba a Gandhi y se las daba de entender la filosofía del Barça, pero no entendió que el Barça y su cantera son una familia tan compleja y unida como los Corleone. Zubi osó despedir primero al gran fisioterapeuta Emili Ricart y luego al utillero Txema Corbella (que hacía 32 años que trabajaba con el primer equipo), ambos íntimos de la mayoría de jugadores. (Amor, Ricart y Corbella tenían en común que mantenían una gran amistad con Guardiola, con quien el club había partido peras, o sea que todo apunta a que la dirección del club se había lanzado a una insensata purga estalinista.) Todos los equipos tienen un espíritu intangible que hace que funcionen mejor cuando la moral está alta, y para el Barça Zubizarreta era como una nube tóxica que se cernía sobre el primer equipo y La Masia. No puede ser casualidad que el mismo día que Zubi se marchó, el equipo empezase a jugar con esa alegría renovada.

En segundo lugar, al final habrá que reconocer que a Luis Enrique se le da bien la planificación. Para empezar no hizo gira de verano para no sobrecargar las piernas de los jugadores después del Mundial. El tiempo le ha dado la razón con las rotaciones del demonio: Ancelotti, que parecía tan sensato y le gusta perfilar un "equipo de gala" (como a Guardiola), ha terminado dejando su plantilla hecha puré a base de lesiones – el Madrid sí hizo gira de verano –, y en cambio los del Barça galopan frescos como corceles. Ahora es la moral del Madrid la que está por los suelos: Ramos y Pepe lesionados durante meses, los registros goleadores de CR7 van disminuyendo, con 30 años y la rodilla que chirría – más los rumores de que Florentino Pérez lo quiere vender –, y su novia Irina Shayk lo acaba de dejar. Hay para deprimirse: Irina era un bombón. Como la moral del Barça y la del Real Madrid están unidas por la ley de los vasos comunicantes, la crisis del Madrid ha espoleado aún más a los jugadores del Barça. Resultado: Messi sólo ya lleva más goles y más asistencias durante 2015 que toda la famosa "BBC" (Benzema, Bale, CR7) junta.

En tercer lugar, el Barça vuelve a tener una pareja sólida de centrales. Cualquier permutación de Piqué / Mascherano / Bartra funciona bien. El central del Pep Team pasó una temporada que no paraba de querer llamar la atención con bombas fétidas, conciertos con Shakira y otras actividades extra-curriculares en plan infantil. Ahora Piqué vuelve a estar centrado y se nota, tal vez por su nueva responsabilidad de padre. No me extrañaría que ahora los jugadores del Barça comieran más verdura y fruta para dar ejemplo a los pequeños en casa, con lo que han bajado las lesiones. “Siempre intento comer bien durante toda la semana, ya que es muy importante”, ha dicho Messi. “No es lo mismo comer según qué alimentos con 18 o 20 años que ahora que tengo 27”. Piqué vuelve a ser el gigante con pies de bailarina (la descripción no es mía) que está por todas partes y hasta marca goles de corner. También Mascherano ha mejorado: los dos centrales han entendido que los balones largos no son los suyo y han dejado de abusar de ellos. Si ahora al Barça le hacen pocos goles es gracias a la capacidad de anticipación y a la inteligencia posicional de los dos centrales titulares, a los tackles de Mascherano, y a la altura de Piqué y Bartra. (Que conste que prefiero Bartra que Mascherano como central, por la precisión de su pase, pero hago constar la mejora; Mascherano sería mejor como lateral derecho, donde la altura no es un problema, y donde el tackle, barriendo hacia el fuera de banda, ha sido desde siempre la jugada de manual para cortar la penetración del extremo.)

En cuarto lugar – y quizás lo más importante –, la mejora del Barça ha coincidido con una mejora posicional de Messi, que ha encontrado un lugar un poco más retrasado para desarrollar su mejor juego – lógicamente ya no tan explosivo como a sus 17 años, pero irradiando una inteligencia superlativa para el pase. La nueva ubicación parece más mérito del genio de Messi que el fruto de un análisis profundo del entrenador ("A Messi le damos libertad total"). Tenemos ante nosotros a un nuevo Pitágoras del Fútbol. Para los que disfrutaron del Dream Team, es muy fácil de explicar: Messi juega ahora de Laudrup. Al contrario que Cruyff y Guardiola, que instauraron un estilo basado en centrocampistas cerebrales, Luis Enrique prefiere los centrocampistas todoterreno como Rakitic y Rafinha. Ahora la sala de máquinas pierde balones fáciles y ha menguado en calidad de elaboración porque Luis Enrique fichó a Rakitic cuando Kroos quería venir al Barça y no acaba de confiar en la gran mente que sube de La Masia, Sergi Samper, pero la mayoría de los días este Messi-Laudrup arregla el pastiche. Así, jugando justo por detrás de los delanteros, Messi puede escoger si ayuda a los centrocampistas para hacer superioridad numérica, si utiliza su técnica privilegiada para hacer una asistencia magistral a Neymar o Suárez, o si usa su velocidad, quiebro o disparo para romper él solo la defensa. Se han multiplicado las opciones. Por un lado, así se puede hacer buen uso del mejor pase largo de todo el equipo (el de Messi) para hacer cambios de juego precisos y asistencias letales. Y por otra parte, cuando se lanza un contraataque, se busca a Messi en el centro del campo para que, de repente, el contraataque se acelere y sea mucho más letal. Messi se ha multiplicado a sí mismo, y con él a Neymar, a Suárez y a todo el Barça. Cuando la estrella está feliz, el espíritu del equipo hace alquimia con la pelota alrededor de él y vuelve a descubrir la pólvora.


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