El Renacimiento fue el resurgir cultural que empezó en
Florencia en el s. XIV y, expandiéndose por Europa hasta el s. XVII, sacó a
ésta de la oscuridad de la Edad Media. Es durante estos siglos que florecen las
primeras mentes de la ciencia occidental. Nicolás Copérnico (1473-1543) mira al
cielo de su Prusia natal y deduce que la Tierra y los planetas giran alrededor
del Sol, desafiando el modelo bíblico centrado en la Tierra. También el doctor
belga Andrea Vesalius (1514-1554) asombra a sus contemporáneos al hurgar en las
entrañas de cadáveres, convirtiéndose así en pionero de la anatomía humana. René
Descartes (1596-1650), filósofo y matemático francés, formula el método de la
duda como base inquisitiva del conocimiento; su declaración “Pienso, luego
existo” se considera uno de los pilares fundamentales de la Revolución Científica.
En esta época Galileo Galilei (1564-1642) hace agudas observaciones
astronómicas de los planetas, empleando ya el método científico – la
formulación de una hipótesis y su comprobación experimental sistemática –. Isaac Newton (1642-1727) ilumina
al mundo de la ciencia con el cálculo diferencial, las leyes de la mecánica y la
Ley de la Gravitación. Tanto alumbraron el ingenio y la razón que el s. XVIII vino
a llamarse el Siglo de las Luces.
El Barça y La Masia
también han tenido su Renacimiento con su Revolución Científica. A principios
de los 70 España estaba sumida en una Edad Media futbolística donde imperaba la
ley de la Fúria y la Raza. Los primeros destellos copernicanos surgieron del
Ajax, la Florencia del fútbol, y el ilustrado presidente del Barça Agustí
Montal no tardó en repararlo: contrató a su entrenador, Rinus Michels, y a su
más avanzado pupilo, Johan Cruyff. Es cierto que el Fútbol Total de Cruyff, el
jugador, hizo mucho más que los avanzados métodos y la pizarra de Michels para
convencer eternamente a la parroquia blaugrana de que esta primavera tenía
razón. Cuando se fueron Michels y Cruyff, la cantera – elevada a un programa educativo
por el presidente Josep Lluís Núñez en 1979 – fue progresando como una isla
renacentista gracias a la labor principal de Laureano Ruiz, Oriol Tort y Charly
Rexach, que hicieron maravillas con los juveniles: se recuerda el glorioso
equipo de Amor, Milla, Tito Vilanova, Jordi Roura, Busquets (padre de Sergio
Busquets), Altimira, Najim, y otros. Cuando volvió Johan Cruyff en 1988 como
entrenador, La Masia ya había salido
de la Edad Media. Sólo faltaba el método.
Cruyff, como entrenador del primer equipo, pidió a La Masia que implementara una
planificación racional de la cantera a gran escala, inspirada en lo que él había
visto funcionar durante décadas en el Ajax, que consistía en enseñar el mismo
método de entrenamiento y estilo de juego a todos los chavales. La Masia trabajó muy duro en aquellos
años y produjo la ristra de jugadores más excelsa del fútbol formativo de todos
los tiempos: Milla, Amor, Guardiola, de la Peña, Puyol, Xavi, Iniesta, Piqué, Cesc,
Messi, Alba, Bartra, Samper, Munir, Lee, etc. (no caben todos). Aún produce a
todo gas. Los canteranos espolearon a un Dream
Team lleno de malabaristas (Laudrup, Romario, Koeman, Stoitchov),
contagiando el entusiasmo por el fútbol de ataque y de posesión por toda
Europa. Se podría decir que Cruyff fue el Galileo Galilei de La Masia.
De La Masia salió
Pep Guardiola, el entrenador que acometió la primera Planificación Total de un
primer equipo, las nuevas leyes de la mecánica del Barça. Supo analizar las
causas del pobre rendimiento del curso anterior y actuó en consecuencia: sacar
las “manzanas podridas” del cesto (Ronaldinho y Deco, y más tarde Eto’o). Fue
el entrenador que utilizó a más canteranos, con consistencia matemática: en las
temporadas 2009-2010 y 2010-2011, el promedio de canteranos en el once inicial
fue exactamente el mismo (6.32), y cada año hizo debutar a 5 o 6 canteranos (ni
uno más ni uno menos). El club había encontrado a su Newton. Trabajador
incansable, llegaba el primero y se iba el último. Hizo personalizar la
preparación física y la dieta de cada jugador – en especial la de Messi, que hasta
entonces sólo comía bistecs y golosinas – y bajaron las lesiones. Eliminó las
concentraciones antes de los partidos para que los jugadores estuvieran más
tiempo con sus familias y menos jugando a la XBox en un hotel. Guardiola se
inventó en su amigo de infancia Manel Estiarte la figura del mediador. Pero
Manel no es un cualquiera: es una leyenda viva del waterpolo – ha competido en
la friolera de 6 olimpiadas, 578 partidos internacionales, y hasta Messi se
arrodilla ante su medallero. Manel es un tipo modesto, de sonrisa amable y
pocas palabras; al escuchar a los jugadores, Manel en realidad hacía de
psicólogo furtivo de los jugadores. Pep contrató a un reducido grupo de
colaboradores íntimos para que le ayudaran en la preparación táctica de los
partidos utilizando videotecnología puntera. Domènec Torrent y Carles Planchart
viajaban para grabar una media de seis partidos por cada rival al que se debía
enfrentar el Barça; no contento Pep con el encuadre parcial que ofrecen las
imágenes de televisión, les pidió que filmaran los partido en modo panorámico
con alta definición para poder visualizar a todos los jugadores al unísono.
Este material era procesado digitalmente y ensamblado con imágenes de
televisión en DVDs personalizados para cada jugador (en especial los defensas),
para que estuvieran mejor preparados en cada zona del terreno. Guardiola
escogió como asistente a Tito Vilanova – amigo de sus tiempos de La Masia –, quien había entrenado al
equipo cadete de Piqué, Cesc Fàbregas y Messi y era un brillante estratega a
balón parado. De toda esta metodología nació un equipo que es considerado uno
de los mejores equipos de la historia por la belleza y espectacularidad de su
juego de ataque, por su palmarés, y por haber formado la columna vertebral de la
selección nacional, ganadora de un Mundial y dos Eurocopas.
Todo esto ha desaparecido con Zubizarreta, con cuyo equipo se
ha esfumado el sentido común y la planificación racional. La actual junta no
parece darse cuenta del papel histórico del Barça y la responsabilidad que eso
conlleva en las decisiones a tomar. Ningún otro club del mundo, al transformar
su cantera y emprender un Renacimiento en su estilo de juego, ha revolucionado
a su vez el fútbol en tantos otros países. No obstante, se tomó la decisión de
continuar con Tito Vilanova enfermo en el cargo, una decisión delirante dada su
enfermedad. Se procedió a traer a un entrenador inexperto en el fútbol europeo
y desconocedor de La Masia, el Tata Martino.
En toda la temporada, Martino sólo ha utilizado a tres futbolistas del filial
sumando un tacaño promedio de 24 minutos en todo el año por canterano, 8 veces
menor que el promedio de los cinco cursos anteriores y 12 veces menor que el
promedio de Tito y Roura en la temporada 2012-2013. No consta que Martino
hiciera ningún análisis de la plantilla al llegar al Barça, al contrario: “un
futbolista puede jugar al fútbol hasta los 35 años”, dijo para amnistiar a
Puyol, Xavi y Alves, los treinteañeros que han sido señalados porque su cuerpo
ya no responde como antaño. Como Martino es de la vieja escuela, han vuelto las
dichosas concentraciones. Ya no impera la lógica y el análisis pre-partido con
alta tecnología sino la fantochada sin más: “no estábamos interesados en que
Messi participara”. Por algo en las redes sociales se le conoce como el “paTata
Martino”. Llegada la crisis, los
jugadores no tienen a quién recurrir porque a Zubi se le olvidó de preguntarle
a Martino si tenía a un substituto para el esencial Manel Estiarte.
Todos los grandes clubes del mundo son grandes por la pasión
de sus hinchas y sus jugadores, pero la inmensa mayoría deben sus etapas de
gloria a casualidades de la Historia. Cruyff y Guardiola, en cambio, sentaron
los cimientos metodológicos del Barça, cuya grandeza se basa en que La Masia sustenta al primer equipo con
excelentes jóvenes jugadores. Ahora Zubi se plantea una
renovación de la mitad del equipo (que incluye considerar transferibles a Cesc
y a Pedro, almas destacadas de los rondos del Barça) cuando la responsabilidad
del desmoronamiento del equipo es suya por no haber sabido anticipar el efecto
devastador que ha tenido la previsible bajada de rendimiento de los futbolistas
de más edad. Todo por no pensar. Ibrahimovic creyó insultar a Guardiola cuando
lo llamó filósofo, pero en su libro “Pienso, luego juego”, el gran centrocampista italiano Andrea Pirlo
argumenta que filósofo es más bien un halago. Mientras tuvo a un filósofo por
entrenador, el Barça fue el faro del Siglo de las Luces.
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