El
agua es
uno de los líquidos más transparentes que se conocen. Su tenue tinte azulado es debido a la vibración
molecular del enlace entre cada uno de sus dos átomos
de hidrógeno y su átomo de oxígeno. Siempre
he encontrado poético que el color azul del mar pudiera tener su origen en una danza microscópica entre átomos. Aun así,
cuando agarramos agua con las manos, este tinte azulado
siempre se nos escapa, como si se burlara de nuestros ojos,
y el agua nos aparece
nítida como el cristal.
El
juego del
Barça tiene las mismas
propiedades que el agua: es
transparente y cristalino, y esta es su belleza,
su fuerza y también su debilidad. Juega así
porque su ideario futbolístico debe ser comprensible para los más pequeños, en
el lenguaje más asequible posible.
Es una fórmula educativa cocinada a fuego lento
en los laboratorios del Ajax desde hace muchas décadas y que Cruyff nos enseñó
a amar y valorar.
Como
el agua, la transparencia del Barça contiene un tinte escondido
si se la estudia con detenimiento: el ideario futbolístico es un libro abierto a los ojos de los rivales. No hay rival
en el mundo, desde el Madrid
al Bayern y el Chelsea, que no
haya copiado el juego de posesión que el Dream Team y el Pep Team, y en cierto modo también
la Selección Española, erigieron en el estilo futbolístico ganador de los últimos 20 años. La inmensa mayoría
de las escuelas de fútbol del mundo
enseñan ahora fútbol
de posesión. Incluso el Real Madrid, en algunos momentos del pasado Madrid-Barça (3-1), se permitió el gusto de hacer
algunos rondos a los centrocampistas del Barça. Sólo fueron en la zona
ancha, pero fueron coreados por
los "olés" de sus aficionados y,
traicionado por la emoción, el
corresponsal de El
País (Sámano) describió los
goles del Madrid (tres pifias del Barça) como
producto de un nuevo "Fútbol Total". A los que hemos visto Fútbol
Total, los rondos infantiles del Madrid mal
presionados por este
Barça enfermo nos hacen dormir - los juveniles
de La Masia los hacen mejor. Pero
la anécdota es sintomática
de cómo evoluciona el fútbol. El Barça - La Masia -
deberá reinventar el fútbol una vez más si
no se quiere quedar atrás.
Luis
Enrique no parece encontrar la fórmula
y el Barça hace aguas, eso
sí está claro. La
defensa está mal planificada y el único que
juega bien - Bartra - no parece tener la
confianza total de Luis Enrique,
lo que hace que el aficionado no las tenga todas con
este entrenador. Piqué sufre el "síndrome Beckham": tiene tantos compromisos sociales con su mujer y con sus negocios que
cuando está en el banquillo tiene
que estar pendiente del teléfono
y quiere estar en las portadas a toda costa, si es necesario tirando bombas fétidas
en los aviones – así no se puede
tener la cabeza en el campo. El equipo empezó bien –
seguramente porque se enfrentó a equipos menores –
pero en cuanto se ha enfrentado a rivales fuertes
(PSG, Madrid, Valencia) se le han
visto las carencias.
¿Qué le pasa al equipo?
Parte
de los males pueden ser atribuibles al
entrenador, que no parece hacer mucho
caso de los informes que le
pasan sus analistas. Hay tres estadísticas de
una claridad diáfana. Primero, Mascherano es muy
impreciso en los balones largos y tiene poco criterio
en su distribución, aunque se esfuerzan
en vendérnoslo como un grandísimo jugador: por eso el equipo cojea
de salida. Segundo, Xavi ya hace mucho tiempo
que su promedio de
asistencias por partido es
un cero pelado –
cuando durante el Pep Team no bajaba de tres –
y ya no recupera
ni un balón ni
presiona: todo un lujo tenerlo en el
centro del campo. Y tercero, Alves no sabe
centrar y deja unos
agujeros en defensa de juzgado
de guardia. Si Luis
Enrique hace jugar a estos tres
jugadores (juntos!), después de
haber leído los informes, quizás es que dispone de una fuente de sabiduría
de la que los demás no disponemos. De momento no se nota.
No
toda la
culpa es del entrenador. El Barça
arrastra un problema endémico de planificación deportiva a nivel de club. Por
culpa de la mala gestión de
Zubizarreta, La Masia ahora tiene las
manos atadas y es
el punto de mira internacional en el asunto del fichaje de los menores. Zubi
y la directiva, sin embargo, hicieron
la canallada de
buscar una cabeza de turco en Amor,
héroe del Dream Team que ha dirigido La Masia durante su período más
brillante. Zubi ni
siquiera conoce su oficio de director deportivo: el Barça nunca debería haber vendido ni a Cesc ni a Thiago,
los relevos naturales de Xavi que La
Masia educó durante tantos
años. Ni Rafinha
es tan bueno como
su hermano mayor ni Rakitic tiene la visión de pase de Cesc o Xavi:
hemos salido perdiendo.
Zubi es el
responsable de que Xavi y Alves
todavía estén en el Barça, y que esta temporada se fichara a Vermaelen,
un central mayorcito con un historial de lesiones musculares frecuentes. Puestos
a gastarse millonadas (Neymar, Suárez), el Barça debería haber priorizado los millones por un gran defensa
como Thiago Silva que sustituyera a Puyol ya hace un par de años, pero
nos mintieron que
no había dinero. Hace demasiado tiempo que el Barça juega cojo desde los despachos.
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