La pólvora es una mezcla de sulfuro, carbón y nitrato de potasio inventada por casualidad por alquimistas chinos en el siglo IX d.C. mientras estaban intentando encontrar una poción contra la inmortalidad. El invento no tardó en llegar a oídos de Occidente, donde ya se encuentran menciones escritas en el s. XIII. La gran capacidad de ignición de la pólvora se ha utilizado para la propulsión de balas de cañón y de escopeta, para la minería, y para fines lúdicos, como petardos y cohetes de fuegos artificiales.
El 4 de enero de 2015, el Barça era un alma en pena que acababa de perder un partido contra la Real Sociedad (1-0), con una media desorientada que no presionaba, una defensa que hacía aguas, y a cuatro puntos del Madrid. Pero, de repente, el equipo se reavivó milagrosamente como si hubiera recibido una misteriosa carga de pólvora futbolística. ¿Qué ha contribuido a la mejora del juego de manera tan repentina?
En primer lugar, el director deportivo, Andoni Zubizarreta, fue cesado el 5 de enero tras unas discrepancias con la presidencia. A Zubizarreta ya se la había culpado de la falta de planificación que llevó al club a perder los dos mediocentros de La Masia que tenían que haber heredado la línea de Xavi e Iniesta – Thiago y Cesc, que pasaron a reforzar el Bayern y el Chelsea, temidos rivales europeos –; y de la falta de la planificación de la defensa que le llevó a renovar a Puyol cuando ya no estaba para jugar y no fichar una alternativa seria cuando aún se estaba a tiempo. Contra el sentido común, también mantuvo en el cargo a un entrenador con cáncer. Sus críticos le discutían hasta las credenciales de director deportivo, porque en su anterior y único cargo similar, en el Athletic de Bilbao, su gestión había sido desastrosa. Pero la realidad más actual es que Zubizarreta (como representante de la junta y la presidencia) era odiado en La Masia después de que hubiera cesado a su director Guillermo Amor, venerado por el vestuario y los aficionados por su condición de héroe del Dream Team y muy respetado en La Masia por su gran gestión en los mejores diez años de la cantera. Ante la prensa, Zubi citaba a Gandhi y se las daba de entender la filosofía del Barça, pero no entendió que el Barça y su cantera son una familia tan compleja y unida como los Corleone. Zubi osó despedir primero al gran fisioterapeuta Emili Ricart y luego al utillero Txema Corbella (que hacía 32 años que trabajaba con el primer equipo), ambos íntimos de la mayoría de jugadores. (Amor, Ricart y Corbella tenían en común que mantenían una gran amistad con Guardiola, con quien el club había partido peras, o sea que todo apunta a que la dirección del club se había lanzado a una insensata purga estalinista.) Todos los equipos tienen un espíritu intangible que hace que funcionen mejor cuando la moral está alta, y para el Barça Zubizarreta era como una nube tóxica que se cernía sobre el primer equipo y La Masia. No puede ser casualidad que el mismo día que Zubi se marchó, el equipo empezase a jugar con esa alegría renovada.
En segundo lugar, al final habrá que reconocer que a Luis Enrique se le da bien la planificación. Para empezar no hizo gira de verano para no sobrecargar las piernas de los jugadores después del Mundial. El tiempo le ha dado la razón con las rotaciones del demonio: Ancelotti, que parecía tan sensato y le gusta perfilar un "equipo de gala" (como a Guardiola), ha terminado dejando su plantilla hecha puré a base de lesiones – el Madrid sí hizo gira de verano –, y en cambio los del Barça galopan frescos como corceles. Ahora es la moral del Madrid la que está por los suelos: Ramos y Pepe lesionados durante meses, los registros goleadores de CR7 van disminuyendo, con 30 años y la rodilla que chirría – más los rumores de que Florentino Pérez lo quiere vender –, y su novia Irina Shayk lo acaba de dejar. Hay para deprimirse: Irina era un bombón. Como la moral del Barça y la del Real Madrid están unidas por la ley de los vasos comunicantes, la crisis del Madrid ha espoleado aún más a los jugadores del Barça. Resultado: Messi sólo ya lleva más goles y más asistencias durante 2015 que toda la famosa "BBC" (Benzema, Bale, CR7) junta.
En tercer lugar, el Barça vuelve a tener una pareja sólida de centrales. Cualquier permutación de Piqué / Mascherano / Bartra funciona bien. El central del Pep Team pasó una temporada que no paraba de querer llamar la atención con bombas fétidas, conciertos con Shakira y otras actividades extra-curriculares en plan infantil. Ahora Piqué vuelve a estar centrado y se nota, tal vez por su nueva responsabilidad de padre. No me extrañaría que ahora los jugadores del Barça comieran más verdura y fruta para dar ejemplo a los pequeños en casa, con lo que han bajado las lesiones. “Siempre intento comer bien durante toda la semana, ya que es muy importante”, ha dicho Messi. “No es lo mismo comer según qué alimentos con 18 o 20 años que ahora que tengo 27”. Piqué vuelve a ser el gigante con pies de bailarina (la descripción no es mía) que está por todas partes y hasta marca goles de corner. También Mascherano ha mejorado: los dos centrales han entendido que los balones largos no son los suyo y han dejado de abusar de ellos. Si ahora al Barça le hacen pocos goles es gracias a la capacidad de anticipación y a la inteligencia posicional de los dos centrales titulares, a los tackles de Mascherano, y a la altura de Piqué y Bartra. (Que conste que prefiero Bartra que Mascherano como central, por la precisión de su pase, pero hago constar la mejora; Mascherano sería mejor como lateral derecho, donde la altura no es un problema, y donde el tackle, barriendo hacia el fuera de banda, ha sido desde siempre la jugada de manual para cortar la penetración del extremo.)
En cuarto lugar – y quizás lo más importante –, la mejora del Barça ha coincidido con una mejora posicional de Messi, que ha encontrado un lugar un poco más retrasado para desarrollar su mejor juego – lógicamente ya no tan explosivo como a sus 17 años, pero irradiando una inteligencia superlativa para el pase. La nueva ubicación parece más mérito del genio de Messi que el fruto de un análisis profundo del entrenador ("A Messi le damos libertad total"). Tenemos ante nosotros a un nuevo Pitágoras del Fútbol. Para los que disfrutaron del Dream Team, es muy fácil de explicar: Messi juega ahora de Laudrup. Al contrario que Cruyff y Guardiola, que instauraron un estilo basado en centrocampistas cerebrales, Luis Enrique prefiere los centrocampistas todoterreno como Rakitic y Rafinha. Ahora la sala de máquinas pierde balones fáciles y ha menguado en calidad de elaboración porque Luis Enrique fichó a Rakitic cuando Kroos quería venir al Barça y no acaba de confiar en la gran mente que sube de La Masia, Sergi Samper, pero la mayoría de los días este Messi-Laudrup arregla el pastiche. Así, jugando justo por detrás de los delanteros, Messi puede escoger si ayuda a los centrocampistas para hacer superioridad numérica, si utiliza su técnica privilegiada para hacer una asistencia magistral a Neymar o Suárez, o si usa su velocidad, quiebro o disparo para romper él solo la defensa. Se han multiplicado las opciones. Por un lado, así se puede hacer buen uso del mejor pase largo de todo el equipo (el de Messi) para hacer cambios de juego precisos y asistencias letales. Y por otra parte, cuando se lanza un contraataque, se busca a Messi en el centro del campo para que, de repente, el contraataque se acelere y sea mucho más letal. Messi se ha multiplicado a sí mismo, y con él a Neymar, a Suárez y a todo el Barça. Cuando la estrella está feliz, el espíritu del equipo hace alquimia con la pelota alrededor de él y vuelve a descubrir la pólvora.
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