Podríamos decir que los órganos vitales de un club de fútbol
estan todos en su junta directiva: el presidente es el corazón, el director
deportivo el cerebro, y el resto de la junta es el hígado. En el Barça, el
presidente Laporta y Begiristáin como director deportivo formaron en su día el
tejido que trajo a Rijkaard y a Ronaldinho, luego a Guardiola para edificar con
su visión una de las épocas más gloriosas que se recuerdan en el fútbol. El
club sufrió una herida profunda cuando Pep Guardiola anunció que no renovaría
su contrato. La gestiones del presidente Rosell y de Zubizarreta, su director
deportivo, han provocado que aquella herida abierta se haya infectado y transformado
rápidamente en una gangrena.
Primero, fue una irresponsabilidad mantener a Tito Vilanova
enfermo en el cargo; dada su grave enfermedad, debería habérsele buscado de
inmediato un sustituto a largo plazo. En ese embrollo el Barça cedió una Liga a
un Real Madrid con un mediocampo muy inferior al del Barça.Segundo, se han roto las relaciones con Cruyff y Guardiola, dos iconos azulgranas, y se prefirieron los petrodólares de Qatar Foundation (convertida por engaño a Airways) a la firma honorable de Unicef – episodios cuyo daño a la imagen del club tendrá que calibrarse en generaciones venideras.
Tercero, no se cuidó a Thiago Alcántara, una de las perlas de la cantera, y por una cantidad ridícula pasó a reforzar al mayor rival del Barça en Europa. La herida estaba supurando y nadie dimitió: el peor síntoma.
Cuarto, tolerar la alineación de Pinto por razones de equilibrio de vestuario – es muy amigo de Messi – ha sido un error craso que según algunas opiniones ha costado títulos al club; debería habérsele explicado a Messi que, priorizando al amigo del mejor por delante del mejor, su ejemplo humano se deshincha ante el mundo.
Quinto, se le escondieron al socio artimañas financieras para desembolsar la friolera de 100 millones de euros por el fichaje de Neymar, un capricho de Rosell que en su delirio de grandeza se imaginó estar ante un nuevo Pelé; quién sabe si los vale – por ese precio Lewandowski o Falcao habrían aportado las variaciones tácticas y poderío físico que le faltan al Barça –, pero muchos socios se preguntan ahora qué verdades – como la de Qatar – les han contado a medias.
Sexto, en plena crisis económica, se pasó de una política de contención de salarios a un aumento desenfrenado de los contratos, lo cual repercute en el equilibrio del vestuario, en las finanzas del club, y en la proyección ética del Barça.
Séptimo, las reiteradas trampas fiscales del Barça – las sociedades bananeras del padre de Messi, los pagos secretos al padre de Neymar, y el incumplimiento de la sensata normativa de la FIFA sobre las transferencias internacionales de menores – se dan bofetadas con la imagen de que el Barça es más que un club; para restituir su imagen, el Barça debería haber destituido fulminantemente al genio de las finanzas que ha planificado tal algarabía fiscal y ya ha costado una fortuna al club. Pero esta junta no acepta responsabilidades.
Y por último, Zubizarreta fichó casi por teléfono - por encargo de Rosell y por recomendación del presidente de Paraguay - a un entrenador sin experiencia en el fútbol europeo y con poco conocimiento de La Masia. Tata Martino ordena a sus defensas que peguen patadones al balón como si jugaran en segunda división – “para ampliar nuestro abanico de opciones tácticas”, repite Piqué las palabras de Martino –, contra el principio de precisión de Cruyff de que “para qué mandar un pase de 40 metros si con 20 metros ya basta” y usando una lógica de profesor de gimnasia (“nosotros no tenemos jugadores para tirar de balones largos, pero vamos a insistir”, “no estábamos interesados en que Messi participara”), cuando a todas luces el equipo se derrumba porque la avanzada edad de algunos jugadores no aguanta la presión en la media. El equipo, irreconocible en el estilo y en la intensidad, regala puntos a los colistas en la Liga (Valladolid, Granada) y la Copa a un Real Madrid muy débil (dos goles de contraataque en el hueco dejado por Alves, luego mal atajados por Pinto), y en Champions se estrella contra el fútbol de piernas del Atlético de Madrid. Este es el principal mal del club: Zubizarreta y Martino tienen jóvenes magníficos pero no saben gestionar el declive de sus estrellas. Al Tata se le recordará con gran afecto porque es honestísimo: “No supe interpretar el partido”, dijo cuando el Barça perdió contra la Real Sociedad con una alineación absurda.
La principal razón para ser optimista es, como siempre, La Masia: llegan jugadores maravillosos como Deulofeu, Rafinha, Semper, Lee y Take que formarán otros equipos legendarios. Aunque parte de la gangrena que ahora corroe al Barça, Rosell, ya fuere amputada, para el aficionado escéptico el peligro de infección persiste porque en el puesto de Rosell hay ahora el presidente Bartomeu, su anterior vicepresidente. Lo más sospechoso es que la actual junta, en lugar de despedir a Zubi, lo ha arropado con un proyecto florentino-faraónico de ampliación del Estadi para distraer a la parroquia culé del mal que le amenaza: como si el Camp Nou estuviera siempre a rebosar o al Barça le sobrara dinero; el proyecto ha sido aprobado por los votos de menos del 23% del total de los socios y la directiva ha tenido la osadía de celebrarlo como un “triunfo democrático”. Si el socio no aplica el bisturí a esta junta cuanto antes, la gangrena acabará con el Barça y el nuevo Camp Nou estallará como un gigantesco grano de pus.
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