En 1916,
Albert Einstein publicó la Teoría General de la Relatividad, una revolucionaria
descripción de la fuerza de la gravedad como una propiedad geométrica del
espacio-tiempo. A Einstein se le ocurrió su Teoría General al imaginarse que
una persona dentro de un ascensor cayendo en caída libre no sería capaz de
sentir su propio peso, y por lo tanto no le sería posible distinguir si es que
hay ausencia de gravedad o si es que está acelerándose igual que el ascensor,
su único sistema de referencia. Por lo tanto, la gravedad es sólo una forma de
aceleración generada por la presencia de masa. Utilizando el cálculo de
tensores (con matrices de cuatro dimensiones), Einstein pudo derivar las
ecuaciones de campo que predicen la intensidad de la gravedad en función de la
distribución de masas. A diferencia de la Teoría de la Gravedad de Newton, las ecuaciones
de Einstein predicen con gran exactitud fenómenos como la precesión anómala del
perihelio de Mercurio, las lentes gravitacionales que curvan la luz de las
estrellas, y las dilaciones temporales causadas por la gravedad, entre muchos
otros.
Johan Cruyff trajo al Barça desde su Ajax natal, primero
como jugador y luego como entrenador, una nueva concepción geométrica del
deporte rey conocida como Fútbol Total que se basa en la cooperación mutua de
todos los jugadores en todas las posiciones del campo. Asimilando el Fútbol
Total como el estilo-bandera del club, el Barça ganó 14 ligas, 7 Copas del Rey
y 5 Copas de Europa desde que llegara Cruyff al Barça como entrenador hace casi
30 años (un éxito si lo comparamos con las 9 ligas, 4 Copas del Rey y 5 Copas
de Europa del Real Madrid en el mismo periodo), y exportó su fútbol de posesión
a la mayoría de clubes y academias de fútbol del mundo.
Pero el Barça ahora está en caída libre y no hay un
Einstein en el Barça para resolver las ecuaciones de lo que está pasando en el
campo. El entrenador ha dependido de la gravitación de Messi, Suárez y Neymar
desde el primer día pero al tensor de la MSN le falta una dimensión para alcanzar
su Fútbol Total cuando algún elemento esencial de la media (léase Busquets o
Iniesta) no está: ante la Juve en Turín, Luis Enrique cometió la pifia más
grande de su carrera al entregar las llaves de la media a Mascherano, y luego a
André Gomes – teniendo a Denis Suárez, mucho más fino en el control y
elaboración que el jefecito y el
portugués – y la del carril izquierdo a Mathieu en lugar de a Jordi Alba. Vi el
partido en Costa Rica, y allí me encontré con docenas de aficionados del Barça
que me preguntaban con pavor por qué habían jugado Mascherano y Mathieu. Es de
sentido común. Hasta los niños y las piedras saben que Mascherano y Gomes no
están capacitados para esa labor cerebral y técnica de mediocentro del Barça, y
que Alba es mucho, pero que mucho mejor que Mathieu. En el tercer gol, el
comentarista para ESPN CentroAmérica se burló de Mascherano, el cual forcejeó
con el alto Chiellini pero no pudo evitar que éste cabeceara a placer sin tan
siquiera levantar los pies del suelo: “Parece que Mascherano juega a otro
deporte”. La jugada pone en duda la labor de Unzué, al que se le suponen dotes
de estratega brillante en acciones a balón parado, y cuestiona su posible
candidatura a primer entrenador. No ayuda a Unzué que Luis Enrique siga
insistiendo en que no ve ningún error táctico en el partido de Turín: cuando el
entrenador es el único entre millones de fans del Barça, desde Barcelona a América,
que no aprecian errores tan elementales, es que quizás el cuerpo técnico no tenga
la capacidad para continuar.
Lo advirtió Cruyff, el “Pitágoras del fútbol”, mil y una
veces: al fútbol se juega principalmente con el cerebro; no es cuestión de
correr mucho sino de estar en el sitio preciso en el instante preciso; “el
centro del campo es el barómetro del fútbol”; y hay que cuidar el estilo, cuyas
ecuaciones se formulan en la Masía. Lo entendieron Guardiola y Tito: cuidaron
el ascensor de la Masía al dar minutos a los canteranos para que se formaran en
el Camp Nou y despuntaran. No así Luis Enrique. Su pedestre “Teoría de las
Rotaciones” es mezquina porque está diseñada para optimizar el rendimiento de
unos pocos, sacrificando a otros.
Si hay que ser justos, nunca ningún entrenador del Barça
gestionó bien los minutos de las “estrellas en declive”. A Puyol se le renovó
cuando ya no estaba para esos trotes y entonces ya no fue posible fichar a
Thiago Silva, generando una larguísima “crisis del central” que duró hasta la
llegada de Umtiti. También la retirada de Xavi se eternizó y tanto Thiago como
Cesc se hartaron de hacer cola en el banquillo cuando ya eran internacionales,
y su marcha generó la presente “crisis de la media” porque se les sustituyó por
jugadores inferiores como Mascherano, Rakitic y Gomes – que encima taparon la
progresión de grandes mediocentros como Samper y Denis Suárez (ambos fueron
cedidos). Luego les faltaron minutos a muchos otros, como Bartra y Nolito
(vendidos incomprensiblemente), y ahora a Lee.
El problema de fondo es que el Barça es ahora mismo una
gran empresa de fútbol gestionada por gente sin experiencia futbolística. Haber
obtenido un másters en empresariales en Estados Unidos y haber jugado al
básquetbol o al waterpolo no debería bastar, por mucho que abunde en esta
directiva – compárese con el magnífico
equipo que tiene el Bayern. La nefasta gestión del anterior director deportivo
(Zubizarreta), que no supo anticipar la crisis del central ni la de la media y
culpó canallescamente a los directores de la Masía por los contratos a menores,
tampoco ha mejorado con la de Robert, un ex-valencianista que parece más
preocupado en negociar traspasos mediocres con el Valencia (Munir, Mathieu,
Gomes, Alcácer) que en la excelencia del Barça. Los que claman que la Masía ya
no produce talento al ritmo de antaño – una afirmación tendenciosa con poca
fuerza estadística – se niegan a ver que la directiva ha desparramado ese mismo
talento por los grandes equipos de Europa y ha traído a cambio a jugadores que
no habrían pasado nunca el exigente filtro del Barça B. Habrá que esperar a un
futuro con Piqué de presidente para ver a un Barça gestionado por la Masía,
para la Masía.
Claro que las
rotaciones son necesarias, pero con una declaración de intenciones
diametralmente opuesta. En su día, se tendría que haber hecho rotar a Xavi no
simplemente “para descansar a Xavi” sino para que pudieran jugar Cesc y Thiago.
Las rotaciones tendrían que estar diseñadas para la proyección profesional de
los canteranos (y otros jóvenes fichajes), no simplemente para el descanso nobiliario
de los titulares. Los técnicos deberían mostrar a las vacas sagradas que los minutos
cedidos a los jóvenes benefician al equipo, pues cuando un titular se lesiona el
equipo tiene una pieza de recambio con ADN azulgrana. Es imperativo que el
nuevo entrenador del Barça sepa combinar los minutos de los jóvenes con los de
las estrellas, restituyendo el ascensor de la Masía que, como el de Einstein,
produce la sensación de anular todas las fuerzas exteriores. El rol del
entrenador del Barça debería ser el de distribuir a los jugadores adecuados en
el terreno de juego – como si se tratara de masas en el espacio-tiempo – y
dejar que el tensor del fútbol de ataque ideado por la Masía ponga en marcha
los resortes cósmicos de sus movimientos. Es urgente que llegue un nuevo entrenador que nos
devuelva al espacio-tiempo del Fútbol Total alrededor del cual debe gravitar el
Barça.